Kokoshca son muy listos, son parapsicólogos y miran hacia el salvaje este cuando todos los demás miran al oeste. Kokoshca son unos borrachos, como todo este país que se retrata él sólo, día a día, pero que preferimos mirar en el retrato que pintan los pamplonicas: retorcido, absurdo, goyesco, español.
Son salvajes, sí. Y bicéfalos, como el perro de Demikhov, porque también saben hacer baladas abolladas donde se derrama gota a gota el dulce néctar del pistilo de una planta carnívora, dispuesta a devorar influencias siempre irreprochables. Su descaro sólo se equipara a su inaudito don para componer himnos de última fila de un autobús que conducen por turnos Martin Rev, Jonathan Richman, Evaristo y Lou Reed.
Y sobre todo, Kokoshca transmiten la certeza de que no van a entregar nunca material mediocre, que su futuro siempre será interesante, valiente y, sobre todo, peligroso.